Historia de Roma
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Los graves problemas del Imperio

Roma se precipita en el caos

 

El emperador Septimio Severo se incorpora para reprochar a su hijo Caracalla que intentara asesinarle.

Cómodo

Con el reinado de Cómodo acababa la Edad de Oro del Imperio y comenzaba la Edad de Hierro. Su primera decisión fue firmar apresuradamente la paz con los bárbaros. Incapaz de enfrentarse con valor al enemigo, era sin embargo un gran aficionado a los combates de gladiadores, y le gustaba mezclarse con estos hombres de baja condición, contra los que combatía con espadas sin filo y tridentes sin punta.

De regreso a Roma, Cómodo dio rienda suelta a su carácter violento y a sus delirios de grandeza: quiso que los romanos le rindieran culto como a Hércules, cambió a su antojo los nombres de los doce meses, e incluso el de la propia Roma, que se convirtió en la Colonia Nova Commodiana.

El primer día del año 193, considerando que con ello agradaría a los dioses, tenía planeado sacrificar a los dos cónsules, después de que éstos, ignorantes de su destino, concluyeran el desfile ritual que inauguraba el año. Pero el 31 de diciembre, antes de que pudiera llevar a cabo sus planes, fue estrangulado en el baño por uno de sus esclavos.

Cambio de dinastía: los Severos

A su muerte, el Senado, que ya había perdido casi todo su poder, dejó hacer a los soldados, pues en lo sucesivo sería la fuerza de las legiones la que decidiría el futuro de Roma. Tras varios meses de incertidumbre, se hizo con el poder Septimio Severo, el primer emperador proveniente del norte de África, que inauguraba la dinastía de los Severos.

Estos emperadores rudos, pero buenos administradores, impusieron un corto período de estabilidad.

La ciudadanía romana

El sucesor de Septimio Severo, Caracalla, es recordado en todos los libros de Historia por haber concedido la ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio, en el año 212.

La condición de ciudadano había sido un codiciado bien al alcance de muy pocos a comienzos del Imperio, pero se había ido extendiendo progresivamente con el paso del tiempo, hasta el punto de que la medida de Caracalla, destinada en realidad a aumentar los contribuyentes para poder pagar más soldada a las tropas, no tuvo demasiada trascendencia práctica, pero sí simbólica.

Roma había dejado de ser una ciudad que gobernaba en su provecho territorios obtenidos por conquista, para convertirse en un solo Imperio en el que todos sus habitantes eran iguales, sin importar el lugar de nacimiento.

Estas transformaciones, casi imperceptibles para sus contemporáneos, conducirían poco a poco a que Roma fuera una ciudad más dentro de su propio Imperio, y darían comienzo a su lenta decadencia.

Fin de la dinasía

Caracalla fue un emperador cruel, capaz de asesinar a su propio hermano, Geta, en presencia de su horrorizada madre. Creyéndose él mismo una reencarnación de Alejandro Magno, arrastró al imperio a una inoportuna campaña en Oriente para emular las conquistas del Macedonio. Como tantos otros emperadores indignos, murió asesinado, mientras preparaba una campaña en Siria, en el año 217.

La gran confusión del siglo III

El final de la dinastía de los Severos abrió uno de los siglos más confusos de la Historia del Imperio: el siglo III. En él se sucedieron medio centenar de emperadores, algunos de los cuales permanecieron apenas unos días en el trono. Mientras generales sin escrúpulos se disputaban la púrpura y arrastraban a las legiones a la Guerra Civil, los bárbaros asediaban las fronteras, la población se empobrecía y las provincias se sumían en el caos. Por momentos llegó a parecer que el Imperio había llegado a su fin, que todo se perdería en un remolino de lucha y sangre.

 

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